jueves, 30 de julio de 2009

Espe for ever

Con tanto lío que hay en los tribunales superiores, casi nos habíamos olvidado del supuesto caso de espionaje de Espe. No soy el único que se la imagina como un personaje --de los malos,  muy malos-- de una película de James Bond. Con esa sonrisa, que esconde intenciones aviesas, y esos gestos de una elegancia esquiva es capaz de presentarse como un hada madrina en un mundo de corruptos. También es cierto que no tarda en enseñar ese rostro nada amable que caracteriza a las personas sedientas de poder. Ella siempre quiere más porque quiere controlarlo todo. Supongo que quiere eternizarse en ese cargo que el pueblo madrileño le dio, eliminando, dicho sea de paso, cualquier individuo que le pueda hacer sombra. El poder es el poder. Hoy estás tú, mañana podrá llegar alguien más joven, alguien con menos escrúpulos, etc.

Por mucha gracia que me haga Espe, hay que tener en cuenta un factor que, desgraciadamente, se ha repetido a lo largo de la historia. Para que una mujer llegue al poder, debe ser más mala que todos los hombres juntos. Su capacidad para intrigar, para vengarse en frío o para anular al enemigo debe ser superior a la de los hombres. Y esto debería hacernos reflexionar sobre lo que queremos. Pero lo cortés no quita lo valiente, Espe se ha pasado cien pueblos con la trama de espionaje. Hoy los ex-guardias civiles han desfilado por el juzgado y ella ha tirado balones fuera con esa gracia que Dios le ha dado.

Me da la impresión que Espe, si hubiese vivido en épocas históricas anteriores, sería una experta en administrar venenos o en usar armas blancas. La política ficción no es mi fuerte. Pero lo que sí puedo asegurar es que Espe es mala, malísima, y la maldad requiere de buenas dosis de inteligencia. Los malos burros son eso, más burros que malos. Espe los supera a todos. Por eso le tienen pánico. Ella se propone sus límites, no los negocia con nadie.

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